Estos residentes convierten su verano en un compromiso con la inclusión a través del programa Respiro Familiar

Cada semana, durante los meses de julio y agosto, la Residencia Universitaria de Fundación CB (RUCAB) se transforma en mucho más que un espacio residencial. Se convierte en un verdadero respiro para las familias con personas con discapacidad intelectual, gracias al programa Respiro Familiar, impulsado por Plena Inclusión Extremadura. Pero lo que realmente da alma a esta iniciativa es el compromiso humano que hay detrás. Y este verano, ese corazón late con fuerza a través del trabajo de siete jóvenes residentes que han decidido dedicar su tiempo a mejorar la vida de quienes más lo necesitan.

Gabriel León, Juan José de la Cruz, Pamela Romero, Marta Barbero, Carolina Ramírez, Enrique Muriel y Ana Lozano forman el equipo de residentes que colaboran como monitores en este campamento, donde cada semana acompañan y atienden a personas con necesidades especiales. Estudiantes de titulaciones como Educación Infantil, Biología o Enfermería, combinan su formación académica con una experiencia humana profundamente transformadora.

“Esta experiencia aporta un punto de vista diferente tanto a nivel personal como profesional, y en un futuro puede serles de gran utilidad”, señala Ana Lozano, estudiante de Educación Infantil y veterana del programa, quien además animó a sus compañeros a unirse a esta causa. Su motivación, empatía y sensibilidad han sido fundamentales para que los usuarios del campamento se sientan como en casa.

El Respiro Familiar no es solo un campamento. Es una propuesta de atención integral que permite a las familias –muchas de ellas monoparentales o sin opciones de apoyo durante el verano– conciliar su vida laboral con la tranquilidad de saber que sus seres queridos están en buenas manos. La RUCAB pone a disposición no solo sus instalaciones —jardines cuidados, piscina adaptada, habitaciones amplias, salas multiusos—, sino también un espíritu de acogida y entrega que convierte sus espacios en un auténtico hogar inclusivo.

Uno de los pilares de este proyecto es la participación activa de antiguos y actuales residentes como monitores. Jóvenes que, más allá de un trabajo de verano, viven esta experiencia como una oportunidad de crecimiento personal, donde cada día aprenden, enseñan y contribuyen a construir una sociedad más justa.

Gracias a su implicación, los siete monitores de la RUCAB no solo ofrecen atención personalizada a los usuarios del campamento, sino que también desarrollan habilidades esenciales para sus futuras profesiones, poniendo en práctica conocimientos adquiridos en las aulas en un contexto real y lleno de humanidad.

El programa Respiro Familiar se ha consolidado como un recurso imprescindible en la región, y este verano vuelve a demostrar que cuando la solidaridad, la formación y la vocación se unen, el impacto va mucho más allá de unas semanas de convivencia: transforma vidas.